Durante más de un siglo, la lucha por el petróleo ha desatado guerras, forzado alianzas inesperadas e innumerables escaramuzas diplomáticas.
Ahora, las dos economías más grandes del mundo están peleando por otro recurso precioso: los semiconductores, los chips que alimentan nuestra vida diaria. Estos diminutos chips de silicio son la columna vertebral de una industria de 500.000 millones de dólares que se espera que se duplique en tamaño para 2030. Quienquiera que controle su cadena de suministro, el revoltijo de empresas y países que fabrican los chips, tiene la clave para convertirse en una potencia dominante. China quiere la tecnología para fabricar chips, por lo que EE. UU., la fuente de la mayor parte de la tecnología, aísla a Beijing.
Fabricante
Los chips de los iPhone se diseñan en EE. UU., se fabrican en Taiwán, Japón o Corea del Sur y luego se ensamblan en China. India está invirtiendo fuertemente en este sector y puede desempeñar un papel importante en el futuro. Los semiconductores se inventaron en los EE. UU., pero con el tiempo, el este de Asia se ha convertido en el centro de su producción, en gran parte debido a los incentivos y subsidios gubernamentales.
Esto permitió a Washington desarrollar lazos comerciales y alianzas estratégicas en regiones vulnerables a la influencia rusa durante la Guerra Fría. Siguen siendo muy útiles hoy en día, dada la creciente influencia de China en la región de Asia-Pacífico.
Que sigue
A corto plazo, la industria enfrenta una crisis económica provocada por la guerra en Ucrania, la alta inflación y un reinicio accidentado en China. Debido a las consecuencias de la pandemia de coronavirus, Beijing seguramente será muy cauteloso. «Habrá mucho tira y afloja entre las empresas estadounidenses, las empresas taiwanesas, las empresas chinas y las empresas de otros países. Solo en los chips lógicos y de memoria avanzados veremos un esfuerzo real de Washington. Aislar la red de innovación de China y los esfuerzos de Beijing para construir su propia cadena de suministro sin la participación estadounidense», concluyó Miller. Agregó que esto podría significar la separación de ecosistemas, con uno centrado en China y el otro en otras partes del mundo.
Esto tendrá consecuencias para la economía global y obligará a las partes a elegir bandos, muchos de los cuales corren el riesgo de perder el acceso al mercado chino.
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