(CNN) — Las computadoras impulsadas por células cerebrales humanas pueden sonar a ciencia ficción, pero un equipo de investigadores de Estados Unidos cree que estas máquinas, que forman parte de un nuevo campo llamado «inteligencia organoide», podrían dar forma al futuro, y ahora tienen un plan para conseguirlo.
Los organoides son tejidos cultivados en laboratorio que se asemejan a órganos. Estas estructuras tridimensionales, normalmente procedentes de células madre, llevan casi dos décadas utilizándose en los laboratorios, donde científicos han podido evitar las nocivas pruebas en humanos o animales experimentando con los sustitutos de riñones, pulmones y otros órganos.
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Los científicos llaman a este fenómeno «inteligencia en un plato».
Sus colegas y él prevén combinar la potencia de los organoides cerebrales en un tipo de hardware biológico más eficiente energéticamente que las supercomputadoras. Estas «biocomputadoras» emplearían redes de organoides cerebrales para revolucionar las pruebas farmacéuticas de enfermedades como el alzhéimer, proporcionar información sobre el cerebro humano y cambiar el futuro de la informática.
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La investigación que describe el plan de inteligencia organoide trazado por Hartung y sus colegas se publicó el martes en la revista Frontiers in Science.
«La informática y la inteligencia artificial han impulsado la revolución tecnológica, pero están alcanzando un límite», afirma Hartung, autor principal del estudio, en un comunicado. «La bioinformática supone un enorme esfuerzo de compactación y aumento de la eficiencia para superar nuestros límites tecnológicos actuales».
El cerebro humano frente a la inteligencia artificial
Aunque la inteligencia artificial se inspira en los procesos de pensamiento humanos, la tecnología no puede replicar por completo todas las capacidades del cerebro humano. Por eso los humanos pueden utilizar un test de Turing completamente automático y público para diferenciar ordenadores de humanos (CAPTCHA, por sus siglas en inglés) de imagen o texto como medida de seguridad en internet para demostrar que no son robots.
Pero ¿en qué se diferencia realmente una computadora de un cerebro humano?
Una supercomputadora puede procesar cantidades masivas de números más rápido que un ser humano.
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«Por ejemplo, AlphaGo (la inteligencia artificial que venció al jugador de Go número uno del mundo en 2017) se entrenó con datos de 160.000 partidas», dijo Hartung. «Una persona tendría que jugar cinco horas al día durante más de 175 años para experimentar esta cantidad de partidas».
Por otro lado, un cerebro humano es más eficiente energéticamente, así como mejor a la hora de aprender y tomar decisiones lógicas complejas. Algo tan básico como ser capaz de distinguir un animal de otro es una tarea que el cerebro humano realiza fácilmente y que una computadora no puede.
Frontier, una supercomputadora de US$ 600 millones del Laboratorio Nacional Oak Ridge, de Tennessee, pesa la enorme cantidad de 3.629 kilogramos, y cada gabinete pesa el equivalente a dos camionetas. La máquina superó en junio la capacidad de cálculo de un cerebro humano, pero consumió un millón de veces más energía, según Hartung.
«El cerebro sigue siendo incomparable con los ordenadores modernos», afirma Hartung.
«Los cerebros también tienen una capacidad asombrosa para almacenar información, estimada en 2.500 [terabytes]», añadió. «Estamos llegando a los límites físicos de los ordenadores de silicio porque no podemos meter más transistores en un chip diminuto».
¿Cómo podría funcionar una biocomputadora?
Los pioneros de las células madre, John B. Gurdon y Shinya Yamanaka, recibieron el Premio Nobel en 2012 por desarrollar una técnica que permitía generar células a partir de tejidos completamente desarrollados como la piel. La revolucionaria investigación permitió a científicos como Hartung desarrollar organoides cerebrales que se utilizaron para imitar cerebros vivos y probar e identificar medicamentos que pudieran suponer riesgos para la salud cerebral.
Fuentes: